Cuando el amor se confunde con necesidad: ¿Cómo reconocer vínculos que asfixian?
Lic. Cannizzaro Macarena MP 12441
11/11/2025
Hay amores que no abrigan, sino que aprietan. Relaciones donde el afecto se confunde con dependencia y donde “amar” se convierte en una forma disimulada de intentar reparar heridas antiguas (abandono, traición, rechazo, soledad). Desde la clínica psicológica, vemos una y otra vez cómo las personas quedan atrapadas en vínculos que asfixian, convencidas de que si se esfuerzan lo suficiente, esa relación “va a mejorar”. Pero muchas veces, no se trata de falta de amor, sino de una necesidad emocional mal comprendida.
El amor genuino no duele, el vínculo de necesidad sí
El psicoanálisis y la teoría del apego coinciden en algo esencial: la forma en que aprendimos a vincularnos en la infancia deja huellas profundas en nuestra vida afectiva adulta. Cuando de niños no se nos validó emocionalmente, o tuvimos que adaptarnos a las necesidades de los demás para ser vistos o queridos, aprendemos a asociar el amor con el esfuerzo, la complacencia o el sacrificio. De adultos, repetimos esa lógica con nuestras parejas, amistades o incluso en el trabajo: damos demasiado, esperando que el otro finalmente nos elija, nos cuide o nos vea.
El amor genuino, en cambio, no busca llenar vacíos. Es un espacio donde ambos pueden ser sin miedo a perderse. Donde la empatía, el respeto y la comunicación permiten el crecimiento mutuo. En las relaciones sanas hay interdependencia (no dependencia), y el afecto no se gana, se comparte.
Cuando la manipulación se disfraza de afecto
Las relaciones basadas en la manipulación emocional pueden parecer, en un inicio, intensas y apasionadas. Sin embargo, lo que parece amor es, muchas veces, una estrategia de control. Desde la psicología de la personalidad sabemos que quienes presentan rasgos narcisistas o psicopáticos utilizan la cercanía emocional como un medio para dominar o validar su propia autoestima.
En estos vínculos, el amor se vuelve condicional: “te quiero si hacés lo que espero”, “te valoro si cumplís mis necesidades”. El otro deja de ser un sujeto para transformarse en un objeto: algo que se usa, no alguien con quien se construye.
El resultado psicológico es devastador: confusión, culpa, ansiedad y una progresiva pérdida de identidad. Muchas personas llegan a terapia diciendo: “No entiendo cómo me perdí tanto intentando que el otro esté bien.” La respuesta suele estar en una herida mucho más antigua.
La raíz invisible: la necesidad de ser amados incondicionalmente
Quienes vivieron vínculos primarios inseguros (con padres narcisistas, ausentes o sobreprotectores) pueden desarrollar lo que llamamos “ceguera relacional”: la tendencia a no reconocer el daño cuando el amor se mezcla con sufrimiento. Es un intento inconsciente de reparar la historia. Buscan, una y otra vez, que alguien les dé el amor que no recibieron, creyendo que esta vez sí va a ser distinto.
Pero lo que se repite no es el amor, sino el trauma. Como describe el psicoanálisis, el sujeto queda fijado a una escena originaria: aquella donde amar implicaba adaptarse, callar o cuidar al otro antes que a uno mismo. Esa repetición no se rompe con fuerza de voluntad, sino con conciencia.
Sanar el amor que duele
El proceso terapéutico implica, primero, aceptar una verdad incómoda: el otro no va a cambiar. Lo que sí puede cambiar es nuestra manera de vincularnos. Sanar el amor confundido con necesidad requiere atravesar un duelo: el de la ilusión de que “si doy más, todo va a mejorar”. Es aprender a dejar de cuidar al otro para empezar a cuidarse a uno mismo.
En terapia, se trabaja en fortalecer la autonomía emocional, recuperar el registro del propio deseo y aprender a reconocer los límites. Porque amar no es perderse en el otro, sino encontrarse en compañía.
Reflexión final
Hay relaciones que te empujan a crecer y otras que te hacen desaparecer. Diferenciar una de otra es un acto de madurez emocional. El amor sano no exige que te achiques, ni que te sacrifiques para sostenerlo. Te da espacio, te permite respirar.
Y si alguna vez sentís que amar te deja sin aire, quizá sea momento de preguntarte: ¿estoy amando o estoy intentando sobrevivir al amor que me enseñaron?
Magister en terapias de tercera generación Cannizzaro Macarena MP 12441.
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