Culpa: De un juez interno que nunca descansa

De un Juez Interno que Nunca Descansa

EMOCIONES Y SENTIMIENTOS

Lic. Matias Seitune

5/16/20254 min read

"La única cosa de la que se puede ser culpable, en el plano de nuestra ética, es de haber cedido en el deseo."

                                                                Jacques Lacan - Seminario 7: La ética del psicoanálisis (1959-1960)

En el diván, la culpa es una visitante frecuente. No es solo remordimiento por algo que hicimos o dejamos de hacer; para el psicoanálisis, especialmente en su vertiente lacaniana, la culpa es un conflicto interno que surge cuando traicionamos nuestro deseo más auténtico. ¿Por qué nos sentimos culpables incluso cuando cumplimos con lo que se espera de nosotros? ¿Qué papel juega ese juez interno, el superyó, en nuestro sufrimiento? En Punto de Acuerdo, exploramos la culpa desde la mirada de Jacques Lacan, un pensador que revolucionó el psicoanálisis, y te invitamos a descubrir cómo liberarte de sus cadenas invisibles.

El Superyó: El Juez que Siempre Exige Más

Imagina una voz interna que nunca calla: “Deberías haberlo hecho mejor”, “No eres suficiente”,

“¿Por qué no lográs lo que otros sí pueden?”.

Este es el superyó, ese juez interno que, como definimos en nuestras sesiones, delimita lo que está “bien” y “mal”. Pero no es un guía benevolente; según Lacan, el superyó es una estructura psíquica que goza imponiendo sufrimiento. No busca tu paz ni tu equilibrio, sino mantenerte en un estado de insuficiencia perpetua.

El superyó es el eco internalizado de las demandas del Otro —ese conjunto de expectativas que vienen de la familia, la sociedad, la cultura—. Frases como “Tenés que ser exitoso, pero no presumas demasiado” o “El éxito de los demás demuestra lo mediocre que sos” resuenan en la mente como si fueran propias, pero son mandatos ajenos que hemos adoptado.

La Culpa: Cuando Traicionamos el Deseo

Para Lacan, la culpa no es solo un asunto moral o un castigo por romper reglas externas. Es un conflicto profundamente arraigado en la relación del sujeto con su deseo. Cuando cedemos en nuestro deseo —ya sea por miedo, por adaptarnos a las expectativas del Otro o por evitar las consecuencias de ser auténticos—, sentimos una traición interna. Esta traición no siempre es evidente; puede manifestarse como una sensación de vacío, un fracaso existencial que no sabemos explicar.

Pensemos en un ejemplo. Una paciente, llamémosla Ana, renuncia a su sueño de ser artista para estudiar una carrera “seria” que satisface las expectativas de sus padres. Logra el título, el trabajo estable, el aplauso familiar, pero siente una culpa difusa, como si hubiera fallado en algo esencial. En terapia, descubre que esa culpa no viene de desobedecer, sino de haber cedido en su deseo. Como dice Lacan, “la única cosa de la que se puede ser culpable es de haber cedido en el deseo”.

El psicoanálisis lacaniano busca que Ana reconozca esa traición y se responsabilice por su deseo, no castigándose, sino asumiendo el costo de ser fiel a sí misma.

¿Por Qué Nos Culpamos Incluso Cuando Cumplimos?

Aquí está el giro que hace asentir a muchos pacientes: el superyó no se conforma, ni siquiera cuando obedecés. Sus demandas son inalcanzables por diseño. Si lográs un ascenso, te susurra: “Podrías haberlo conseguido antes”. Si sos un padre abnegado, te reprocha: “No estás dando lo suficiente”. Este carácter imposible genera una culpa constante, porque nunca estás “a la altura”. Lacan lo explica diciendo que el superyó goza de tu sufrimiento; no quiere tu éxito, sino tu sumisión.

Este fenómeno es común en terapia de pareja o con padres. Por ejemplo, un padre puede sacrificarse por sus hijos, postergando sus propios proyectos, y aun así sentirse culpable porque “no es el padre perfecto”. Ese sacrificio, que parece noble, genera culpa porque implica renunciar al deseo auténtico. En la escuela argentina, autores como David Liberman han trabajado sobre cómo los ideales inalcanzables del superyó se refuerzan en los vínculos, creando un ciclo de exigencia y autocastigo.

El Trabajo en Terapia: Desarmar al Juez Interno

En la sesión no buscamos, necesariamente, eliminar la culpa — al ser parte de la condición humana—, sino transformar la relación con ella. El primer paso es identificar al superyó como una voz ajena, no como tu esencia. Esa voz que te critica no es “tú”; es el eco de mandatos internalizados que podés cuestionar. En terapia, el analista crea un espacio donde el deseo auténtico puede emerger, libre de las exigencias del Otro.

Esto no significa actuar impulsivamente, como en un arrebato de “hago lo que quiero y que el mundo se arregle solo”. Ser fiel al deseo, en el sentido lacaniano, es asumir la responsabilidad de lo que querés, enfrentando las consecuencias de tu autenticidad. Puede implicar decepcionar a tus padres, desafiar las normas de tu pareja o arriesgarte a fracasar en pos de algo que realmente valorás. El analista no te da respuestas, pero te acompaña a tolerar el vacío que surge cuando cuestionás los mandatos del superyó.

En Argentina, donde el psicoanálisis lacaniano tiene una impronta única, terapeutas como Horacio Etchegoyen han enfatizado la importancia de la transferencia en este proceso. El analista se convierte en una figura que, a diferencia del Otro exigente, no juzga ni demanda perfección, permitiendo que el paciente explore su deseo sin temor al castigo.

Un Camino Hacia la Autenticidad

La culpa, en el psicoanálisis lacaniano, es una señal de que algo está en juego: tu deseo, ese motor que te hace singular. Ceder en él puede parecer una estrategia para encajar, pero el costo es una sensación de traición que pesa más que cualquier reproche externo. El trabajo en el diván no es castigarte por tus elecciones, sino hacerte consciente de cómo los mandatos del superyó te alejaron de lo que realmente querés. Como decía Lacan, “el deseo es la ley del sujeto”; seguirlo no es fácil, pero es el camino hacia una vida menos alienada. Detrás de esta lectura será importante escuchar si surgio la siguiente pregunta: ¿Qué deseos has postergado por temor a no estar “a la altura”?