Desmitificando el Psicoanálisis

Rompiendo Prejuicios para Entender el Diván

TERAPIA

Lic. Matias Seitune

5/15/20255 min read

El psicoanálisis, esa práctica nacida con Sigmund Freud a fines del siglo XIX, sigue siendo un faro para quienes buscan comprenderse a sí mismos, pero también arrastra mitos que lo envuelven en un halo de misterio o desconfianza. En Punto de Acuerdo, queremos despejar esas ideas erróneas y acercarte al verdadero valor de esta disciplina, que no solo sigue vigente, sino que ha sido enriquecida por gigantes como Winnicott, Klein, Green y la vibrante escuela argentina.

A continuación, desarmamos cuatro mitos comunes y te invitamos a repensar el psicoanálisis como un camino hacia la libertad interior

  • "El psicoanálisis no es científico"Uno de los ataques más frecuentes al psicoanálisis es que no encaja en el molde de la ciencia experimental. Pero reducir la ciencia a probetas y ecuaciones es ignorar la complejidad de la mente humana. Freud, médico neurólogo, no era un charlatán especulando en un café vienés. Trabajó con pacientes, especialmente mujeres, que presentaban síntomas desconcertantes para la medicina de su época: parálisis, ceguera o convulsiones sin una causa física evidente. En casos como el de Anna O., Freud y su colega Josef Breuer observaron que estos síntomas remitían al explorar los recuerdos y emociones reprimidas de las pacientes. Así nació el concepto de inconsciente: un territorio psíquico que influye en nuestro cuerpo y comportamiento sin que lo sepamos. Lejos de ser una mera intuición, el psicoanálisis se construyó sobre observaciones clínicas sistemáticas. Freud documentó casos con detalle, y sus seguidores, como Melanie Klein o André Green, refinaron sus ideas con nuevas teorías sobre la infancia, el duelo o los estados límite.

    En Argentina, psicoanalistas como Ángel Garma o Enrique Pichon-Rivière integraron el psicoanálisis con la cultura local, dando lugar a una escuela que hoy es referente mundial. Si bien el psicoanálisis no usa estadísticas como la psicología experimental, su rigor está en la escucha atenta y en la construcción de hipótesis que se prueban en la relación terapéutica. Decir que no es científico es como decir que un poeta no entiende el lenguaje: usa otras herramientas para llegar a verdades profundas.

  • "El psicoanálisis solo habla del pasado"Otro mito popular es que el psicoanálisis te condena a revolver en tu infancia como si fuera un álbum de fotos polvoriento. Nada más lejos de la realidad. Si bien Freud destacó la importancia de las experiencias tempranas, el objetivo no es quedarte atrapado en el pasado, sino reinterpretarlo para transformar tu presente. Imagina a alguien que siempre elige parejas que lo lastiman.

    En terapia, no se trata de culpar a los padres o a un trauma infantil, sino de descubrir por qué, inconscientemente, repite ese patrón. Al darle un nuevo significado a esas experiencias, el paciente puede romper el ciclo y elegir de manera diferente. Por ejemplo, en la escuela argentina, autores como David Liberman hablaron de las "repeticiones inconscientes" como guiones que seguimos sin darnos cuenta. La terapia te ayuda a reescribir ese guion. No es un viaje nostálgico, sino un proceso activo de resignificación. Como decía Winnicott, el psicoanálisis no busca "curar" en el sentido médico, sino facilitar un espacio donde puedas ser más libre para crear tu propia historia. Así, lo que alguna vez te lastimó se convierte en un recurso para enfrentar el presente con mayor claridad y fortaleza.

  • "El psicoanálisis es eterno y genera dependencia""¿Cuánto tiempo voy a estar en terapia?" es una pregunta que muchos se hacen, temiendo que el diván se convierta en una especie de adicción. La verdad es que cada proceso es único, como una huella digital. Algunos pacientes logran insights transformadores en pocos meses, como entender por qué se paralizan ante ciertas decisiones. Otros necesitan años para integrar aspectos dolorosos, como duelos no resueltos o traumas profundos. La duración no es un defecto, sino una prueba de la profundidad del trabajo. El miedo a la "dependencia" suele venir de una confusión: el deseo de seguir en terapia no es una adicción, sino el placer de ser escuchado sin juicios en un mundo lleno de respuestas rápidas y soluciones prefabricadas.

    En Argentina, donde el psicoanálisis es casi un estilo de vida, se valora este espacio como un laboratorio de autoconocimiento. No es que el analista te "retenga"; eres tú quien decide cuánto explorar. Como decía Freud, el análisis termina cuando el paciente siente que puede seguir solo, no porque el terapeuta lo "cure", sino porque ha aprendido a navegar sus propios laberintos.

  • "El analista solo calla y asiente" La imagen del analista silencioso, garabateando en un cuaderno mientras el paciente divaga, es un cliché de película. En realidad, la neutralidad del analista es una herramienta técnica, como el bisturí de un cirujano. No es pasividad, sino una forma de escuchar activamente, captando matices en lo que dices (y en lo que no dices). Un buen analista sabe cuándo intervenir con una interpretación precisa que te haga ver algo desde un ángulo nuevo. Por ejemplo, si hablas de una pelea con tu jefe, el analista podría señalar un patrón de conflicto con figuras de autoridad que no habías notado.

    La química entre analista y paciente es crucial, como en cualquier relación humana. En la escuela argentina, figuras como José Bleger destacaron la importancia del "encuadre" terapéutico, ese espacio seguro donde puedes ser vulnerable sin temor. Un analista no es un amigo ni un gurú; es un guía que te ayuda a descifrar tus propios enigmas. Claro, hay terapeutas más hábiles que otros, como en cualquier profesión. Por eso, encontrar al analista adecuado es como encontrar un buen compañero de viaje: debe inspirarte confianza para explorar lo desconocido.

  • El Psicoanálisis Está Más Vivo que Nunca. Si algunos insisten en dar por muerto a Freud, solo están confirmando su teoría de la resistencia inconsciente. El psicoanálisis no solo sobrevive, sino que florece. En Argentina, donde el diván es casi un ícono cultural, la escuela local ha dado aportes únicos, desde la teoría de los vínculos de Pichon-Rivière hasta las ideas sobre la transferencia de Horacio Etchegoyen. El psicoanálisis no es un dogma estático; es un campo en constante evolución que dialoga con la filosofía, el arte y la sociedad.Como decías, la neurosis puede convertir la vida en un laberinto sin salida, pero ese laberinto lo construimos nosotros mismos. El psicoanálisis te ayuda a reconocer las trampas de tu psiquismo, esos callejones que te mantienen atrapado en el autosabotaje o la repetición.

    Al conocerte, descubres que hay aberturas en ese camino, puertas que antes no veías. No es magia ni una cura instantánea; es un trabajo valiente que te permite transformar la imposibilidad en posibilidad.