¿Qué ocurre cuando atravesamos una pérdida?
EMOCIONES Y SENTIMIENTOSTERAPIA ONLINE
Licenciado Alejandro Mingrone
6/17/20255 min read


Duelo: ¿Qué ocurre cuando atravesamos una pérdida?
La vida empieza mucho antes del nacimiento y no finaliza cuando se produce la muerte. Pensemos en el siguiente ejemplo: dos personas se conocen en la escuela primaria y comparten varias actividades. Durante el período de la secundaria, ambas comienzan a amarse y se ponen en pareja. Para que se genere esta situación, es necesario que se dirija un tipo de energía psicológica hacia quien forma parte de nuestra vida, lo cual permite que experimentemos amor. Pongámosle el nombre técnico que emplea el psicoanálisis: lìbido. De esta manera, las relaciones amistosas, familiares, laborales, académicas y de cualquier otro ámbito implican la presencia de la libido para que se construyan desde el amor. Esto mismo ocurre con los proyectos de vida, tales como el nacimiento de un hijo, la obtención de un trabajo, la concreción de un logro deportivo, el reconocimiento de un ser querido, etc. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando atravesamos una pérdida? En términos generales, entramos en un proceso difícil y doloroso que consiste en procesar la ausencia de lo que hemos amado. Así, el duelo se relaciona con el trabajo que realiza la mente para aceptar una nueva realidad sin la presencia de una persona, lugar, etapa y/o proyecto valioso de la vida. En términos metafóricos, la libido que estaba proyectada en el exterior debe volver hacia nosotros, como si se tratara de que recuperemos el agua de un río propio que está seco.
Un tiempo más allá de la muerte
Existen ideas cotidianas acerca del duelo que solo incluyen a la pérdida física de seres queridos. Esto se manifiesta en contratos laborales que brindan tres días de duelo por sufrir la muerte de familiares cercanos como un padre o una madre. Sin embargo, la paradoja radica en que la persona debe volver a su rol activo y continuar con sus actividades laborales. ¿Los tiempos del duelo son los que se imponen en las sociedades capitalistas? ¿Por qué se establecen unos días ante la pérdida eterna de un familiar? La primera diferencia que debemos tener en cuenta es que la mente no puede procesar rápidamente la muerte, tal como lo podría solicitar un espacio de trabajo. Los ideales de éxito, felicidad, las exigencias de rendimientos, los costos y beneficios laborales son obstáculos que pueden retrasar o impedir la realización de un duelo. En este sentido, podemos pensar que existe una suerte de negación impuesta por algunos sectores sociales hacia la elaboración del duelo, ya que esto representaría un costo económico que ocasione pérdidas. En segunda instancia, las leyes laborales delimitan una cantidad de días por fallecimiento de seres queridos, dejando de lado otras pérdidas que pueden más dolorosas. Después de todo, ¿cómo saber si la muerte de un amigo de toda la vida ha sido más importante que un familiar ausente?
¿Qué se duela?
Cuando atravesamos un duelo, dejamos de ser quienes fuimos. Así, podemos perder un trabajo, un amor, una mascota, el lugar en una institución barrial que ha cerrado sus puertas, el cuerpo que teníamos durante la juventud, entre otros ejemplos. El punto principal radica en que hemos perdido una parte de nosotros ante la ausencia exterior que nos permitía depositar amor. Sin embargo, algunas sociedades no toman en cuenta el valor que tienen estas pérdidas, lo que conduce a que se aplaste el trabajo de duelo que una persona debería realizar para sentirse mejor. Después de todo, ¿a quién no le ha dolido el fallecimiento de un perro o un gato? Justamente, la angustia que nos invade tiene como eje central la insistencia de recuerdos, olores, gustos y/o frases que nos recuerdan aquello que se ha ido. A diferencia de lo que puede pensarse desde el sentido común, el duelo no se asocia principalmente con la ausencia física, sino con la presencia constante que no puede ser asimilada de otra manera.
De la negación a la aceptación
Para pensar con mayor claridad acerca de esta temática, vale la pena que nos detengamos en las diferentes etapas que tiene un duelo. Elisabeth Kübler-Ross realiza una división que especifica el proceso que debería atravesarse:
Negación: A raíz del impacto que genera la pérdida, no se puede tolerar la idea de que algo ha ocurrido. Esto puede ser pensado en aquellas personas que se muestran sonrientes o realizan un sinfín de actividades para evitar la angustia.
Ira: El enojo forma parte de las emociones humanas, y se plasma frente al desagrado que causa la pérdida de algo o alguien querido. Por ejemplo, una persona que perdió a su padre puede destruir objetos que se interpongan en su camino.
Negociación: Se trata de un momento caracterizado por la idea de que aquello perdido puede retornar si la persona realiza algún tipo de acción. Esto puede verse en las rupturas amorosas, ya que algunas personas intentar retomar el vínculo mediante la promesa de cambios.
Depresión: Esta etapa da cuenta de un estado de tristeza y desazón, lo cual implica que ningún aspecto del mundo tenga sentido. Ya no se trata de negar lo que sucedió ni enojarse con la situación, sino de asumirla y afrontar la angustia.
Aceptación: Ante la imposibilidad de modificar la realidad, se produce una nueva adaptación a la vida. Esto quiere decir que la persona se olvide de lo perdido, sino de convivir con la ausencia y recuperar su deseo.
Es fundamental saber que estas etapas pueden presentarse de diferentes maneras en cada persona debido a que los tiempos propios son variables.
El duelo no es melancolía
A lo largo de la vida, es posible que hayamos escuchado frases como: “estás melancólico/a”, “ya no estás en pareja, soltá”, “no te quedes en la cama todo el tiempo, salí a la vida”. Estas expresiones, lejos de ser una ayuda para personas que están viviendo un proceso doloroso, son mandatos que pueden desencadenar problemas mayores en la salud mental. Por esta razón, es fundamental respetar los pensamientos, emociones y acciones de cada persona frente a las pérdidas. ¿Cuál es el efecto que tienen estas situaciones para alguien? Según Freud, el duelo se presenta cuando los seres humanos pueden verse afectados en una de las áreas de sus vidas, pero continúan con sus proyectos de vida. A modo de ejemplo, esto puede notarse en personas que perdieron un trabajo y sostienen relaciones amistosas. En cambio, la melancolía produce una dificultad generalizada para la persona que sufrió una pérdida, lo cual ocasiona una imposibilidad de realizar el duelo. Por esta razón, existen personas que han tenido una separación amorosa hace varios años y siguen anhelando los momentos vividos, sin apostar al amor. En consecuencia, esta condición persiste a lo largo del tiempo y podemos notar que la persona no muestra interés por actividades cotidianas o novedosas.
La resignificación y un camino posible
Para el psicoanálisis, hacer el duelo no significa que las pérdidas dejan de importar o que no haya momentos de dolor, sino que se aparezca otro sentido a la ausencia que le permita seguir viviendo. En otras palabras, la terapia tiene como horizonte acompañar a cada persona en su proceso de duelo, dando lugar a poner en palabras el significado de la pérdida. De esta manera, se trata de rearmar una nueva vida con los recursos disponibles en cada momento y apostar por el deseo que nos habita. Volviendo a la metáfora del río seco, la terapia fomenta el aumento del caudal de agua para que la persona vuelva a navegar por los caminos que se proponga, sin exigencias de felicidad ni metas inalcansables.
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